Con un poco de viveza y gran parte de egoísmo, el aparentemente cobarde se garantiza lo que mal y pronto se dice un garche fijo. Es así como el supuesto miedoso esquiva prolija y conscientemente las flechas de cupido, bajo el lema de no estar preparado aún. El problema es el “aún” (con tilde) porque sabe perfectamente sabe que no querrá tampoco más adelante.
Después de un tiempo, si la cosa se pone fulera, la quiere dar vuelta culpando al otre, como si fuera un pecado desear enamorarse. No me gusta hablar de noviazgo, ni de relación seria, ni de amigos con derechos, ni de la tan moderna responsabilidad sexoafectiva, ni mucho menos de crush, porque no me gusta hablar de rótulos, pero si reflexionar sobre definiciones.
Me gusta pensar que hay gente que quiere conservar su libertad individual compartiendo la vida con otre, construyendo límites que no perjudiquen los deseos de ningunx de lxs dos.
Si la atracción es sólo sexual, bienvenido sea, pero sólo si el otre es testigo de tus inteciones. De lo contrario te estás aprovechando de una persona que tiene el coraje de abrirse al amor con vos...
(Me atrevo a escribir esto porque no me está pasando en este momento, pero sé que no voy a escapar del prejuicio de algún lector, que lance entredientes Qué despechada).