Ella tiene
alrededor de 15, asumo, y él 16.
Ella conserva
intacta hace media hora una sonrisa tan amplia que dolería imitar.
Él se ríe de
todo lo que dice. De todo lo que escucha. De todo.
No paran de
hacerse chistes con doble sentido y encontrar cualquier excusa para acercarse
al labio del otro sin tocarlo.
No les importa
que el tránsito no avance, ni viajar como sardinas.
No disimulan su
excitación ni ante la vieja horrorizada del primer asiento.
Ninguno de los
dos se pregunta qué son, ni se defiende de nada.
No hay futuro
ni pasado, en ninguno de los dos.
Creo que
intuyen que estoy escribiendo sobre ellos, pero les da igual, y pienso: qué
injusta es la madurez con la pasión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario